26 mayo 2007

Día de Reflexión


Una vez que se apague el griterío de los políticos ofertando su mercancía y cesen las descalificaciones al adversario, llega el momento de la reflexión serena para decidir responsablemente el destino del voto, que Ortega ha definido como sacramento de la vida civil. Los políticos, salvo alguna excepción, son incapaces de crear el clima propício para la ocasión que preconizara Max Weber en la “sobria y pacífica búsqueda que realiza el partido en el mercado electoral”. Parece que su único objetivo es servirse de la emotividad que generan en las masas con su crispación y arrancarles así el voto. De esta manera no sale bien parada la libre designación de donde deriva la legitimidad de la autoridad política a que se refiere el concilio Vaticano II (GS 74).

En este día de reflexión antes de acudir a las urnas sería bueno que los ciudadanos hiciéramos memoria de los grandes problemas que aquejan a la sociedad, particularmente a los muchos jóvenes que no encuentran empleo o es muy precario y poco estable; a los trabajadores adultos que están siendo víctimas de la economía globalizada sin rostro humano, que permite a las grandes empresas cerrar y trasladarse a lugares más rentables para crecer sin límite alguno; a las mujeres que, a pesar de la igualdad de género vigente en nuestro país, aún distan mucho de su equiparación con el hombre. Y a los inmigrantes que trabajan aquí y están ayudando a crear riqueza, en condiciones de explotación no pocas veces por parte de empresarios sin ética alguna.
Los ciudadanos con derecho al voto estamos convocados ahora a corregir este desorden social y no debemos desperdiciar la ocasión. No olvidemos que somos miembros de pleno derecho en la sociedad de manera permanente y con nuestra acción, con nuestro voto en este caso también, podemos influir en el destino colectivo. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre lo expresa del modo siguiente: “Toda persona tiene derecho de tomar parte en la dirección de los asuntos públicos de su país, ya sea directamente, ya sea por intermedio de representantes libremente elegidos (art. 21, 1). Derecho aquí quiere decir deber, porque el derecho a ser miembro activo en la comunidad política no es una facultad, es un deber de solidaridad. Solidaridad con los ciudadanos antes mencionados que no están siendo tratados debidamente. El Vaticano II dirá que este derecho no queda supeditado a la libre conveniencia, sino que es un imperativo ético (GS 75).

Dicho esto, considero un error la actitud de aquellos que, porque el ejercicio de la política no es muchas veces como debería ser, se desentienden de ella. Lo lógico es lo contrario, esto es, si la política está mal utilizada, lo que procede es tomar parte más activamente en ella para sanearla. Hay muchos modos de actuar en la vida pública a través de mútiples asociaciones existentes en la sociedad, la cual es antes y más importante que el Estado y a la que éste ha de prestar atención siempre, porque está a su servicio. Una de esas asociaciones muy útiles a los jóvenes sin trabajo o los adultos que se han quedado sin él son los sindicatos. Por cierto, estos días está reunida en Sevilla la Confederación Sindical Europea, poniendo un énfasis especial en la subida de los salarios, con la oposición del presidente del Banco Europeo que asiste a ella. Es prioritario que participemos más en la vida pública, de lo contrario seremos víctimas de ella diez veces al día, como se ha dicho con toda razón. Termino insistiendo en la importancia que tiene el voto en las democracias y que menospreciarlo, suplantarlo o envilecerlo es uno de los mayores errores que se pueden cometer dentro de la esfera política.


Francisco Margallo Bazago, Sacerdote Jesuita

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